Vestida de luto, la diputada Marina Ramírez Andrade lamenta la falta de apoyos federales y busca que el grano sea declarado básico en México
Ciudad Victoria, Tamaulipas.– La diputada panista Marina Ramírez Andrade no necesitó palabras para expresar su indignación. Se presentó en la tribuna del Congreso de Tamaulipas vestida de luto. Envuelta en un largo velo negro, un gesto simbólico para lamentar la “muerte” de 250 mil hectáreas de sorgo en el estado. Su luto, más que teatral, reflejaba la desesperación de los productores tamaulipecos que, en los últimos meses, han visto cómo el Gobierno Federal ha incumplido su promesa de entregar mil millones de pesos en apoyos.
Los pasillos del recinto legislativo se llenaron de un silencio expectante cuando Ramírez Andrade, con pasos pausados, recorrió el pleno, deteniéndose a mirar a sus colegas, como buscando en ellos el eco de su propio dolor. “El campo se está muriendo”, exclamó al subir a la tribuna, acompañada por sus compañeros de bancada, quienes se unieron al performance con semblantes de seriedad y preocupación.
El acto no fue solo un despliegue de indignación, sino también un llamado a la acción. La diputada exigió al Congreso del Estado que gestione recursos tanto a nivel estatal como federal para rescatar a los productores de sorgo, quienes este año se enfrentaron a condiciones adversas y promesas incumplidas.
“El Partido Acción Nacional pide que el sorgo sea declarado un grano básico en el país”, clamó Ramírez Andrade. De acuerdo con la diputada, esta medida podría asegurar un mejor precio y estabilidad para los agricultores que dependen de este cultivo para su sustento.
Sin embargo, la propuesta de exhorto no encontró un camino directo hacia la aprobación. La mayoría morenista en el Congreso decidió enviar la iniciativa a comisiones, donde será analizada, debatiéndose su futuro en un entorno político que parece priorizar otros intereses.
Mientras el eco de su voz resonaba aún en las paredes del Congreso, la realidad en los campos de Tamaulipas seguía siendo desoladora. El luto simbólico de Marina Ramírez Andrade fue, en sus propias palabras, “el grito desesperado de quienes ven cómo se extingue su esperanza en la tierra que labran”.