SINGULAR

Musk VS Trump: el circo de los millonarios
Por Luis Enrique Arreola Vidal.
I. Dos leones, una sola jaula.
Desde el primer “like” entre ambos, se sabía que esto iba a tronar. No puedes meter a dos leones en una misma manada sin que terminen midiéndose los colmillos.
Elon Musk y Donald Trump estaban destinados a enfrentarse. Ambos ególatras, ambos populistas, ambos adictos al espectáculo.
Uno juega a ser Tony Stark con esteroides financieros, el otro actúa como emperador decadente del show político.
Lo que alguna vez fue una alianza estratégica entre el músculo tecnológico y el discurso nacionalista radical, hoy estalla como pólvora mojada con gasolina.
Lo que vemos es más que un pleito: es una pugna por quién tiene el poder de moldear la realidad… o al menos, los titulares.
II. El comienzo del vendaval: de los abrazos a los misiles digitales.
Todo explotó cuando Musk —el mismo que sueña con colonizar Marte pero llora si le tocan sus subsidios— lanzó una bomba en su red social X: “Abominación repugnante”, escribió, refiriéndose al presupuesto propuesto por Trump, que eleva el déficit estadounidense en 2.5 billones de dólares y amenaza con recortar fondos clave para sus compañías.
Trump, fiel a su estilo de bulldog sin bozal, respondió con una joya de sutileza:
“Estás loco, Elon”. Y acto seguido, insinuó que cancelaría contratos con Tesla y SpaceX si regresa al poder.
¡Boom! Estalló la guerra. El espectáculo apenas comenzaba.
III. X vs. Truth Social: Los gladiadores del algoritmo.
El conflicto se trasladó al terreno favorito de ambos: las redes sociales. Musk, dueño de X (antes Twitter), contra Trump, creador de Truth Social, su red alternativa donde gobierna como un César digital.
Las indirectas volaron más rápido que un cohete Starship: “Sin mí, Trump seguiría rogando likes en el sótano de Mar-a-Lago”, soltó Musk con su arrogancia habitual.
Trump le respondió como vendedor de tianguis al que le dan un billete roto: “Musk lo sabía todo.
Ahora hace berrinche porque le quitaron sus juguetes fiscales”.
Y en medio de todo esto, apareció Kanye West, rapero, diseñador y eterno candidato fallido a la presidencia de los Estados Unidos de América, que intentó hacer de mediador.
Por si alguien no lo ubica, West ha sido uno de los íconos culturales más polémicos de Estados Unidos, famoso por sus roces con la industria musical, sus declaraciones extremistas y su cercanía ideológica con Trump. Spoiler: ni con su beat más pegajoso logró calmar a estos dos.
IV. Elon Musk: el magnate volátil.
Musk se desbocó. Amenazó con desmantelar la nave Dragon de SpaceX, como niño rico al que no dejan ganar en el videojuego.
Luego, soltó un misil aún más delicado: insinuó que Trump podría estar implicado en el caso Jeffrey Epstein, al compartir tuits donde se le vincula con el difunto magnate acusado de operar una red de tráfico sexual con menores.
¿No saben quién fue Jeffrey Epstein? Basta buscar su documental “Filthy Rich” en Netflix o cualquier plataforma.
Ahí descubrirán cómo un multimillonario con conexiones políticas y sociales de alto nivel terminó en prisión, rodeado de escándalos que tocan a figuras como el príncipe Andrés, Bill Clinton y sí, también a Donald Trump.
El mensaje de Musk fue claro: si vas a atacarme, te arrastro conmigo. Pero también peligrosamente irresponsable: el poder sin evidencia puede volverse difamación.
V. Trump: el emperador de cartón corrugado.
Trump respondió con su fórmula de siempre: victimismo, contradicción y una sobredosis de show.
Dijo que “Elon era su amigo, que lo quería, pero que sabía lo que venía”. Como cuando tu carnal te clava el cuchillo y luego te ofrece una cerveza.
Y para rematar, anunció que vendería su Tesla —como si eso fuera una amenaza geopolítica— y permitió que un vocero suyo lanzara el eslogan MAGA 2.0.
¿Y eso qué es? MAGA significa Make America Great Again —“Haz a América grande otra vez”—, el lema que lo catapultó al poder en 2016.
MAGA 2.0 es su versión recargada: más extrema, más nacionalista, más autoritaria. Una cruzada contra todo lo que se le oponga: inmigrantes, élites tecnológicas, medios y, al parecer, también Elon Musk.
VI. El golpe real: 34 mil millones menos y un partido quebrado.
Más allá de la grilla digital, la realidad pegó donde duele: en los bolsillos.
Las acciones de Tesla cayeron un 14% en 24 horas. Musk perdió 34 mil millones de dólares en un solo día. Eso, para cualquiera, es un infarto financiero.
Y el Partido Republicano (GOP, por sus siglas en inglés: Grand Old Party), que parecía blindado con la chequera de Musk, hoy tiembla.
Los legisladores conservadores no saben si abrazar a Trump o salvar sus lazos con el millonario más influyente del Silicon Valley.
Lo cierto es que el partido está tan fracturado que ni con Kola Loka regresa a su forma original.
VII. ¿Un pleito de ricos o una metáfora del colapso?
Esto no es solo una pelea entre millonarios: es una advertencia. Un reflejo de cómo la política estadounidense ha sido secuestrada por narcisistas multimillonarios que disputan poder como si jugaran Monopoly, mientras el país acumula deuda, polarización y una sociedad cada vez más rota.
Elon cree que el poder se compra. Trump, que se impone. Ambos olvidan que en democracia, el poder se comparte. Pero claro, esto ya no es democracia: es espectáculo en horario estelar.
VIII. El (no) final: temporada abierta al caos.
La Casa Blanca trató de calmar las aguas. Hubo una llamada. No sirvió. Trump respondió: “Ni madres”.
Musk sigue lanzando tuits como si fueran granadas. Y la guerra de los egos promete más capítulos que una telenovela turca.
¿Quién gana? Nadie. ¿Quién pierde? Todos. Porque mientras los dos se pelean por quién tiene la billetera más grande, el pueblo solo tiene una cosa segura: que el circo sigue, pero los payasos ya no hacen reír… hacen leyes.
“El poder no se reparte entre titanes. Se devora. Y cuando ambos quieren la corona, lo que queda es ruina.”