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¿No es mucho pedir?

Por Alan Morales

Tamaulipas ostenta el primer lugar a nivel nacional en recaudación dentro del programa de regularización de vehículos de procedencia extranjera, con más de 995 millones de pesos ingresados a sus arcas.

Sin embargo, aquí viene la pregunta incómoda: ¿Dónde está el beneficio tangible? ¿Cuántos proyectos municipales se han concretado? ¿Cuántas calles se han pavimentado con este dinero?

A más de 400 mil “chocolates” nacionalizados hasta ahora, los números son contundentes, pero las respuestas, no muy claras.

El programa, iniciado por el expresidente López Obrador y con vigencia hasta 2026, prometía destinar lo recaudado a obras municipales de pavimentación. Sin embargo, no existe un informe detallado que permita a los ciudadanos conocer el destino de los recursos o la magnitud de los proyectos realizados. ¿Es mucho pedir saber? No lo creo.

Nadie está acusando a nadie, claro, antes de que alguien quiera ponerse el saco. Pero resulta inevitable señalar que, mientras los gobiernos presumen transparencia y buen manejo presupuestal, los ciudadanos recuerdan los cientos de millones de pesos recaudados cada vez que su auto sufre el impacto de un bache.

El hoyo en el pavimento no distingue entre un auto recién nacionalizado o uno con placas mexicanas; afecta a todos por igual.

La pavimentación es una de las principales demandas en todos los municipios de Tamaulipas y del país. Y aunque el programa promete ser una herramienta de progreso, la falta de claridad puede llegar en un futuro a abrir la puerta a especulaciones, y no hay ninguna necesidad.

La gente quiere, y merece, pruebas contundentes de que estos recursos están siendo manejados responsablemente.

La presidenta Claudia Sheinbaum, ahora al frente de los compromisos heredados por la Cuarta Transformación, tiene en sus manos una oportunidad de oro.

Este programa puede convertirse en un ejemplo de éxito, un modelo que demuestre cómo los recursos bien administrados pueden traducirse en bienestar tangible para los ciudadanos.

Pero para eso, necesitamos saber. Saber cuánto se ha hecho, cuánto falta y, sobre todo, ver los resultados en nuestras calles.

Mientras eso no ocurra, las promesas de progreso seguirán hundiéndose, igual que las llantas en los baches. Y sí, quizás no sea mucho pedir saber, pero la realidad nos demuestra, una y otra vez, que esa es una de las solicitudes más difíciles de cumplir.

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