EN TÉRMINOS COLOQUIALES
El acueducto de esperanza
Por Alan Morales
Por años, Ciudad Victoria ha sobrevivido bajo la sombra de una crisis de agua que amenazó con paralizar su desarrollo y calidad de vida.
El estiaje que azotó a Tamaulipas no fue un accidente, sino el resultado de décadas de indiferencia y una infraestructura hidráulica que pedía auxilio y que hoy, bajo el liderazgo del gobernador Américo Villarreal Anaya, la narrativa comienza a cambiar.
El anuncio hecho por la presidenta Claudia Sheinbaum sobre el Acueducto Ciudad Victoria II, incluido en el Plan Nacional Hídrico, es más que una obra estratégica; es un salvavidas para la capital tamaulipeca y un logro político significativo que Américo Villarreal no ha dudado en empujar.
Durante años, las soluciones al problema hídrico en Victoria se postergaron. Gobiernos iban y venían, mientras los ciudadanos se enfrentaban a tandeos y desesperación. Pero este proyecto, que ahora cuenta con respaldo federal, promete ser el primer paso hacia un futuro donde el agua deje de ser un lujo.
El director de la Conagua, Efraín Morales López, fue claro al presentar el alcance del plan: una infraestructura diseñada para garantizar el abasto de agua no solo en el presente, sino por las próximas tres décadas.
Esto no es casualidad; detrás de las gestiones se encuentra un gobernador que ha priorizado atender las necesidades básicas, antes que discursos que quedan solo en palabras.
La primera piedra de la nueva planta potabilizadora en Ciudad Victoria, con una inversión de 174 millones de pesos, es apenas la antesala de un esfuerzo integral. Américo Villarreal no solo ha impulsado proyectos concretos, sino que ha logrado articular esfuerzos estatales y federales en beneficio directo de los tamaulipecos.
El Acueducto Ciudad Victoria II no es solo una solución técnica; es un símbolo de la posibilidad de redimir una deuda histórica con la gente. Si este proyecto avanza como se ha prometido, el estiaje que definió una era en Ciudad Victoria podría convertirse en una historia del pasado.
Por ahora, las esperanzas fluyen como el agua prometida: con fuerza y dirección.