Columnas

EN TÉRMINOS COLOQUIALES

Del pueblo, pero no para el pueblo

Por Alan Morales

La gobernabilidad perfecta no existe. Ningún político sensato debería afirmar lo contrario.

Las demandas de la ciudadanía son interminables y, para colmo, han crecido de manera exponencial en las últimas décadas.
¿Cómo enfrentarlas? Con instituciones que no solo escuchen, sino que actúen.

En Tamaulipas, la Secretaría General de Gobierno tiene una lista de pendientes, sin embargo, hay un obstáculo que no está en los libros de texto ni en los manuales de administración pública: los llamados “líderes sociales” de papel.

Estos personajes, lejos de ser verdaderos portavoces de los problemas comunitarios, son expertos en el arte del protagonismo. Usan la desesperación de los ciudadanos como moneda de cambio para inflar sus egos o, peor aún, engrosar sus bolsillos.

La historia se repite en cada administración: demandas legítimas que se ven secuestradas por las intenciones perversas de quienes solo quieren “llevar agua a su molino”.

Un ejemplo reciente ilustra este fenómeno. En pleno Palacio de Gobierno, un grupo de personas se manifestaba en busca de soluciones a problemas reales. Su “líder”, a gritos y con insultos, acusaba a las autoridades de omisión, específicamente a Tomas Gloria.

Pero, ¡oh sorpresa!, cuando funcionarios de la Secretaría General de Gobierno ofrecieron respuestas concretas, el hombre alzó aún más la voz. ¿La razón? Temía perder el control de la multitud y, con ello, su puesto en el escenario,

Esta tragicomedia me recordó al “encaminador” de la película El Mil Usos 2. Aquel personaje que, con la máscara de defensor del pueblo, señalado así por el actor el Flaco Ibañez, cobraba cuotas a los más necesitados para “resolver” problemas que, en realidad, nunca solucionaba y en 2024, ese perfil no ha quedado en el olvido.

El desafío, entonces, no solo es atender las necesidades de la población, sino también desenmascarar a estos falsos intermediarios.

Porque no basta con prometer soluciones. También hay que garantizar que lleguen a quienes verdaderamente las necesitan, sin intermediarios oportunistas que secuestran causas legítimas para beneficio propio.

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