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Estamos hartas

Dora de la Cruz

La paternidad irresponsable va ligada a una de las violencias de mayor incidencia contra la mujer, que la colocan en una situación vulnerable y en la que las trampas, enquistadas en las redes machistas laborales y en las salas de los juzgados, impiden que los padres cumplan con la pensión alimentaria de sus hijos e hijas.

Cuántas historias conocemos, sobre este delito que ocupa el primer lugar, dentro del tipo de violencia que se ejerce contra la mujer y que está tipificado dentro de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el Estado de Tamaulipas, sin embargo, la ley dice una cosa, pero la realidad es otra; los conflictos por demandas de pensión alimenticia, son un peregrinar en los juzgados y la burocracia termina por desalentar a la demandante.

En Tamaulipas el 28 % de los hogares tienen jefas de familia, es decir, uno de cada tres hogares son encabezados por mujeres, que enfrentan la responsabilidad del cuidado y gasto de sus hijas e hijos, solas, con una doble y muchas veces triple jornada, mientras que su pareja, vive lejos de la crianza y de su responsabilidad; se cambian de trabajo, se “dan de baja”, se esconden detrás de vacíos legales, ocultan los ingresos, en complicidad con su patrón, omiten su compensación y en algunos casos usan “prestanombres”, de sus empresas para no dejar rastro de su patrimonio familiar .

Hay una cifra negra que no se menciona con nombre y apellido: la de las mujeres que enfrentan solas la crianza de sus hijas e hijos, no porque ellas decidan, sino por abandono. Porque los padres, en muchos casos, desaparecen del hogar y de toda responsabilidad legal, afectiva y económica.

La omisión de cuidados, el incumplimiento de la pensión alimenticia y la indiferencia ante el desarrollo de una hija o hijo, es un delito. Sin embargo, ha sido tolerado, minimizado e incluso invisibilizado por años por un sistema de justicia que lo ha minimizado.

La paternidad irresponsable tiene un costo social, que no se ha evaluado, porque detrás, hay historias de mujeres que la pasan mal, que sobreviven entre la enfermedad de sus hijas e hijos, la angustia diaria por llevar comida a la mesa , relatos marcados por el dolor, pero también por una valentía que no siempre es reconocida. Como en todo tema, hay excepciones de padres responsables que incluso ya están optando por obtener la tutela de las y los hijos, pero es mínimo el porcentaje, el problema real es el de las madres solas, donde el sistema gubernamental, debe voltear a verlas para aplicar políticas públicas.

La historia del largometraje Harta, es precisamente de esas narrativas que se escriben con perspectiva de género y que el cine, hoy, habla de lo que les está pasando a las mujeres en todo el mundo. Ver la película Harta, es ver más allá de la mujer que entra en crisis cuando muere su hija, en medio de una condición de pobreza; es reflexionar que, como sociedad, no hacemos lo suficiente, ni las instituciones, ni el sistema judicial, el estado mexicano, para que se implementen acciones reales, para que las jefas de familia no se sientan sola; esta historia la debe ver la clase política y tomar nota.

Además, la extraordinaria actuación de Taraji P. Henson, nos confronta con la realidad y nos deja la reflexión, del deber como ciudadanos, ser más empáticas y empáticos con los problemas sociales, que no se visibilizan en los medios de comunicación.

Una sola acción nunca será suficiente; lo que sí haría la diferencia, es esa voluntad política, que mueve a toda una estructura institucionalizada, para promover una paternidad responsable, acabar con la burocracia e impunidad en la justicia de la pensión alimenticia, e implementar programas sociales para vivienda, trabajo digno y servicios de salud, para las jefas de familia y sus hijas e hijos.

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