EN VISTO
La lucha colectiva de las mujeres
Por Dora de la Cruz
En Tamaulipas, y en el mundo , los derechos de las mujeres han sido conquistados, defendidos y promovidos por ellas mismas. Desde los primeros movimientos sufragistas hasta las luchas por la igualdad sustantiva y una vida libre de violencia, las mujeres han sido el pilar de estas transformaciones.
Recordemos a Amalia González Caballero de Castillo Ledón, una tamaulipeca emblemática que dejó huella en la historia nacional. Ella, junto a otras valientes mujeres, lideró la lucha por el derecho al voto femenino en México, que finalmente se logró en 1953. Su labor fue crucial no solo para las mujeres de su tiempo, sino también para las generaciones que continúan construyendo un futuro más justo.
Hoy, en Tamaulipas, los colectivos feministas siguen defendiendo no solo sus derechos, sino también los de otras mujeres, aquellas que no tienen voz en los micrófonos, en las redes sociales ni en los congresos. Son estos grupos los que alzan la voz contra la violencia de género, promueven políticas públicas que garanticen la igualdad y educan sobre la importancia de los derechos humanos. Ya sea en marchas o en espacios de reflexión, las mujeres tamaulipecas demuestran que su fuerza es colectiva y transformadora.
La frase de la maestra Marcela Lagarde, “El feminismo es colectivo, ninguna causa la ha ganado una mujer sola”, lo demuestra una y otra vez. En todo el mundo, las mujeres juntas han logrado cambios significativos hacia la igualdad. Detrás de cada derecho conquistado está la lucha feminista.
En todos los ámbitos tenemos ejemplos. Las mujeres buscadoras de sus hijas e hijos desaparecidos nos han mostrado que su tristeza se transformó en fuerza y, juntas, han construido redes de acompañamiento. La mayoría de quienes integran estos colectivos son mujeres que siguen incansablemente en la búsqueda de justicia. Todas las mujeres tienen derecho a formar parte de una red de apoyo que las impulse y las proteja.
El camino no ha sido fácil. Enfrentar las estructuras patriarcales, la desigualdad y la violencia sistémica requiere redes solidarias que, en muchos casos, salvan vidas. Sin embargo, como lo demostraron las mujeres que lucharon por el voto en el siglo pasado, cada paso cuenta, y cada derecho conquistado es un triunfo compartido.
Es importante que estos 16 días de activismo contra la violencia de género se asuman con responsabilidad. No deben verse solo como parte de una agenda institucional, sino como un compromiso para sumar acciones concretas que fortalezcan estas luchas y sigan avanzando hacia una igualdad que es sinónimo de democracia y paz.
La historia nos enseña que los derechos nunca han sido concesiones gratuitas; han sido el resultado de luchas, muchas veces a costa de la vida de mujeres valientes. Un ejemplo claro son las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, activistas políticas dominicanas que se opusieron a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960.
A lo largo de la lucha feminista, las mujeres han entregado su vida y esfuerzo para conquistar derechos fundamentales. Les costó mucho romper barreras sociales y culturales, logrando estudiar carreras que, por siglos, estuvieron reservadas exclusivamente para los hombres. Estos avances no solo implicaron vencer estereotipos, sino también abrirse paso en espacios públicos y profesionales antes dominados por ellos.
Desde las primeras activistas que exigieron el derecho al voto hasta las pioneras que desafiaron las normas para ingresar a universidades, cada paso en esta lucha ha sido fruto de valentía y determinación. Sin su esfuerzo, el acceso a la educación, al trabajo digno y a la representación política seguiría siendo una utopía para muchas mujeres.
Aun con todas estas luchas, la igualdad sustantiva, ahora reconocida en la Constitución mexicana, sigue enfrentando resistencias. Aunque parezca increíble, algunos hombres aún sostienen que hombres y mujeres no somos iguales. Y tienen razón: no somos iguales, pero si tenemos los mismos derechos.
La lucha feminista no busca uniformidad, sino equidad. Reconocer nuestras diferencias no debería ser un obstáculo para construir una sociedad donde todas las personas, sin importar su género, puedan desarrollarse plenamente, con respeto y en condiciones de igualdad. Este es el verdadero sentido de la justicia: garantizar los mismos derechos para todos y todas.