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¿Maximato moderno?

 

Por Daniel Santos Flores

Plutarco Elías Calles, nació un 25 de septiembre de 1877 en Guaymas, Sonora, fue una de las figuras más influyentes en la historia política de México. Hijo de una familia humilde, fue maestro rural antes de involucrarse en la política y el ejército. Su ascenso al poder estuvo marcado por su participación en la Revolución Mexicana, donde destacó como un hábil militar y estratega, ganando prominencia entre los revolucionarios constitucionalistas.

Calles se unió al movimiento revolucionario bajo el liderazgo de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Desempeñó importantes cargos en el gobierno, fue Secretario de Guerra y Marina y Secretario de Gobernación.

En 1924, fue electo presidente, sucedió a Álvaro Obregón. Su mandato estuvo caracterizado por la consolidación de un Estado fuerte y la modernización del país, con un enfoque particular en la infraestructura, la educación y la reforma agraria. Promovió políticas que impulsaban el desarrollo industrial y la diversificación de la economía, sentando las bases para el crecimiento económico en décadas posteriores.

Después de dejar la presidencia en 1928, Calles continuó siendo la figura política más poderosa de México en un periodo conocido como el “Maximato”, que se extendió hasta 1934. Durante este tiempo, aunque no ocupaba oficialmente el cargo de presidente, ejercía una influencia decisiva sobre los presidentes que lo sucedieron (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez), siendo conocido como el “Jefe Máximo de la Revolución”. Este periodo fue marcado por una centralización aún mayor del poder político y la consolidación del régimen surgido de la Revolución Mexicana.

En 1934, Lázaro Cárdenas asumió la presidencia con el apoyo de Calles, sin embargo rápidamente surgieron tensiones entre ambos. Cárdenas eventualmente rompió con él y lo exilió en 1936. Calles vivió varios años en los Estados Unidos antes de regresar a México en 1941, pero para entonces su influencia política había desaparecido.

No quiero hablar de partidos, ese no es el tema. Lo que nos ocupa es la figura política dominante que ejerció poder incluso después del tiempo que el cargo de presidente le permitió.

Andrés Manuel López Obrador es un presidente que marcó un antes y un después en la política de nuestro país. Sin lugar a dudas, pasará a la historia como el líder social que llegó en un momento en el que México estaba harto de las opciones de centro-izquierda y derecha, que, aunque así se definieran, en realidad los partidos que gobernaron eran siameses en sus fines.

Andrés es un sol que da calor, tanto que logró posicionar a una mujer que hoy en día es la presidenta electa. Sí, la primera presidenta en la historia de México. Su influencia es notable: ese calor que brindó a la presidenta desde que terminó la elección le ayudó a templarse y fortalecerse.

Ese enorme sol que irradia calor pareciera que empieza a quemar la piel de la presidenta. Desde la mañanera, hizo recomendaciones sobre algunos funcionarios que deberían seguir en sus cargos, como es el caso de Zoé Robledo, Ruy López y Alejandro Svarch. Por civilidad política, Claudia los ha colocado o ratificado. Los recomendados del presidente van desde secretarios y secretarias hasta asesores. Incluso, se dice que la razón de la tardanza en el anuncio de quienes serán los secretarios de Marina y de la Defensa Nacional obedeció a que quería imponer continuidad en los brazos más fuertes que sostuvieron su gobierno. Para darle oportunidad al colaborador más cercano de Claudia, el presidente le dio una especie de “bendición pública” a Omar García Harfuch, lo cual quedó plasmado en una fotografía en el despacho presidencial.

La última ola de calor originada por ese gran sol se sintió con el anuncio en la mañanera de que su hijo, Andrés López Beltrán, ocuparía una posición en el poderoso partido que él mismo fundó. Unos aplaudieron con entusiasmo, otros simplemente aplaudieron, y otros tantos lo hicieron con muecas.

Ese Maximato moderno que parece pretender el presidente ya ha incomodado a la presidenta electa. Pareciera que cada vez es más evidente que López Obrador tiene prisa por acomodar a los suyos para seguir mandando, tal como lo hizo Calles.

¿De parte de quién es la carta de García Luna, esa que surge en el momento en que el presidente se niega a retirarse? ¿De parte de los neoliberales, conservadores y malquerientes del presidente, o del gobierno entrante?

Si es de los opositores, es un intento desesperado por incriminarlo. Pero si proviene de los que apenas van a asumir el poder, parece que Claudia hará lo que hizo Cárdenas con Calles: exiliarlo.

Reenviado

“En 1934, Plutarco Elías Calles promovió la candidatura del general Lázaro Cárdenas para la presidencia bajo el marco del Plan Sexenal, una plataforma que proponía una serie de reformas sociales y económicas. Cárdenas ganó las elecciones, pero Calles, deseando mantener su influencia, colocó a varios de sus aliados en puestos clave del nuevo gobierno. No obstante, las tensiones entre ambos crecieron rápidamente. El 10 de abril de 1936, Cárdenas tomó la decisión de expulsar a Calles del país. Durante la madrugada, acompañado por militares, Cárdenas hizo que Calles fuera retirado de su hogar, aún en pijama, y lo condujeron a un avión del ejército que lo trasladó a California. A partir de ese momento, Cárdenas pidió la renuncia de todos los seguidores de Calles que ocupaban cargos en su administración…”

www.memoricamexico.gob.mx

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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