PUNTOCIEGO
El hombre en la arena
Por Daniel Santos Flores
Theodore Roosevelt Jr. fue el vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América, asumió la presidencia en 1901 y un segundo mandato en 1905. Republicano, militar, estadista, escritor, historiador y por supuesto: político. Dice su biografía que es bien recordado por su amplitud de intereses y logros, por su desempeño como comisionado de policía en Nueva York, Subsecretario de Marina, Gobernador de Nueva York, Vicepresidente de los EEUU, y obvio como presidente, también es recordado por su personalidad de vaquero y por haber sido un destacado naturalista, explorador, soldado y cazador. Por cierto, es gracias a esta ultima que al día de hoy los osos de peluche se les conoce con su nombre en diminutivo: Teddy Bear, esto ya que en una ocasión se negó a matar a un osezno que sus ayudantes habían amarrado a un árbol, alegó que dispararle así a un animal sería un acto antideportivo y poco viril. Roosevelt estuvo casado con Alice Hathaway Lee, quien dos días después de dar a luz a su hija Alice pierde la vida por una insuficiencia renal. Ese día anotó en su diario una gran “X” para posteriormente escribir ”La luz se ha ido de mi vida”. Su madre Martha también había fallecido, pero 11 horas antes, a las 3:00 am de fiebre tifoidea en la misma casa ubicada en la calle 57 de Manhattan. Teddy es un grande, fue el primer estadounidense en ganar un Premio Nobel de la Paz y, hasta el día de hoy es recordado por su defensa de la democracia y el progresismo. Además de todo lo que hizo, es uno de sus discursos el que sirve de inspiración para millones de personas hoy en día. El fragmento mejor conocido como “El Hombre en la Arena”, el cual se desprende del discurso llamado “La Ciudadanía en una República”, y que fue pronunciado en La Sorbona, Universidad de París, Francia en 1910. Es una obra maestra, una oda a la resistencia y la tenacidad, un texto inspirador, de esos que animan y que se deben de tatuar en el inconsciente. Permítame ponerlo aquí para que Usted también lo disfrute:
“No es el crítico quien cuenta;
ni aquél que señala cómo el hombre fuerte se tambalea,
o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor.
El reconocimiento pertenece al hombre que está en la arena,
con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre;
quien se esfuerza valientemente; quien erra,
quien da un traspié tras otro, pues no hay esfuerzo sin error ni fallo;
pero quien realmente se empeña en lograr su cometido;
quien conoce grandes entusiasmos, las grandes devociones;
quien se consagra a una causa digna;
quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso, y quien en el peor de los casos, si fracasa, al menos fracasa atreviéndose en grande, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.”
Simplemente magistral. Ahora bien, entrando en materia, aquí es donde usted se preguntará ¿y qué tiene que ver todo esto? Pues sencillo, le explico:
Un buen día la vida me llevó a dedicarme a la consultoría, y aunque he realizado otras encomiendas a la par, nunca he dejado la que considero mi gran pasión. A veces pienso que llegué tarde, otras veces pienso que llegué a tiempo, pero lo que es cierto es que es los tiempos de Dios son perfectos… y hoy aquí me ve usted, haciendo consultoría y escribiendo una columna. Escribí en el 2020 y 2021 de manera intermitente, ya para el 2022 la pasión de hacer análisis me llevó a afinar esta columna que hoy usted me regala su apreciable tiempo en leerla.
Muchos me han tachado de rudo, de audaz, de atrevido, de soberbio y de muchas cosas más, pero de lo que nunca me podrán tachar es de tibio, de cobarde o de haberme quedado a unos centímetros de intentar algo. Hoy simplemente escribo algo que a mi análisis es un punto ciego, ese que solo moviéndose y tomando otro ángulo puedes descubrir lo que está oculto. Desde que inició este año tuve que interrumpir mi columna por un encargo que atendí hasta que por decisión propia dejé para seguir ejerciendo mi pasión pero desde otra trinchera. Inmediatamente retomé mi columna, publicando la última bajo el nombre “Víctor y Francisco, facilidad para estafar”. Ahí fue donde se dio un antes y un después. Ya había recibido comentarios en redes sociales, recomendaciones de algunos conocidos de los que nombré en mi columna <evidentemente no eran conocidos de Víctor Lusting> del tipo: “¿pero qué necesidad?, dale más despacio”. Dos o tres textos a mi teléfono con mensajes confusos pero al parecer amenazantes, unos 20 intentos de acceder a mis cuentas de redes sociales, pero ya lo que fue más curioso fueron unas llamadas de números con código de área que empezaban con +52 612 y +52 826 en los que me decían “ya estuvo bueno” y ¿muchos h*evitos?. Nunca me sentí aludido, nunca tuve miedo, solo hice un alto para pensar y ser más inteligente, tanto como se necesita en casos como estos.
El pasado 26 de agosto en la ciudad de Washington D.C. tuve la distinción de haber sido reconocido con un Napolitan en la categoría Columna Política del Año por mis publicaciones del 2022. No me lo esperaba, me subí a recibir la estatuilla dorada con la mente en blanco, los demás nominados son personas de gran trayectoria y con muy buenos trabajos. Nunca me achicó eso, al contrario me sentí muy honrado estar en una lista junto a ellos. Me agarró por sorpresa, una persona atrás de mi me agitó los hombros y gritó ¡felicidades!, ahí fue cuando entendí que era yo el premiado. Saludé al maestro de ceremonias, y recibí de otra persona la estatuilla, pasé al micrófono y los asistentes centraron su mirada en mi para escuchar las palabras que tenía que decir como se acostumbra cuando se reciben esos premios. Recuerdo haber dicho, palabras más, palabras menos: “escribir en contra de quien representa un régimen corrupto, es como dar un salto al vacío… pues lo doy, pero no me puedo quedar callado”. Alguien de los premiados en otras categorías dijo una frase que se me quedó muy grabada: “escribir es un acto de rebeldía”, pensándolo bien, discrepo totalmente, porque escribir sobre los que le han hecho tanto daño a Tamaulipas, es un acto de valentía.
Durante el transcurso de la noche recordé ese discurso de Roosevelt “El Hombre en la Arena”, quiero decirles que tampoco es como que me lo sé de memoria, por lo que hice lo que cualquiera haría: buscarlo en google y leerlo. Me animó, sabía que habría criticas, que habría quien demeritaría ese pequeño momento de felicidad que viví y que incluso levantaría dos o 3 cejas. Quiero decirles que he sido mil veces un hombre en la arena, mil veces me he equivocado, mil veces me he levantado, mil veces he tratado de ser mejor, mil veces me he atrevido en grande, mil veces me negué a estar entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota por miedo a intentarlo. Por eso hoy retomo mi columna semanal, porque ni los mensajes de no sé quien <porque tampoco culpo a alguien>, ni las llamadas, ni las recomendaciones raras, ni las criticas, ni los que no celebran los logros ajenos, ni los que se les hace poco lo que hago me van a detener. Creo que la vida es como hacer rompope, y es que la receta dice que hay que ponerle muchos huevos. Así es que todos los días seguiré haciendo rompope, porque en esta vida no hay de otra.
Reenviado
El análisis del tema Geño se los dejo para la próxima semana. Pero hagamos una cosa: dígame ¿a quién le queda mejor la fabula corta: El asno y la zorra? Anote sus nombres, a ver si coincidimos.