MIRADA DE MUJER
Luz del Carmen Parra
Aprender a administrar
Si alguien sufre las consecuencias de la falta de una buena educación financiera, somos las amas de casa, las que nos vemos obligadas a hacer rendir lo poco o mucho que ingresa mes a mes, para atender todas las necesidades de la familia.
En muchas ocasiones, sin importar el grado de educación de la pareja, o si es solo uno, o ambos, los que trabajamos, la deficiente forma en que se distribuyen los ingresos, hace que los gastos superen con mucho lo ganado, reduciendo los niveles de vida que pudiéramos tener.
Pero la realidad es que nadie nos enseñó cómo hacerlo, lo aprendimos en el camino, conforme se presentaron las circunstancias. Nadie nos explicó la necesidad de llevar un registro de los gastos diarios que, en forma cotidiana, sin apenas tomar conciencia de ello, erosionan nuestro presupuesto. No aprendimos a organizar nuestras prioridades y olvidamos gestionar con mejores resultados los esfuerzos de cada uno de los miembros de la familia.
No tuvimos recursos educativos que nos permitieran evaluar riesgos o percibir ganancias potenciales, que nos ayudaran a poner en la balanza los pros y los contras necesarios para la toma de decisiones acertadas, factor importante en la vida de cualquier persona.
Nadie nos habló de lo potencialmente peligroso que es caer en el consumo excesivo e innecesario de bienes y servicios que nos ofrece la globalización, ni de la necesidad de generar en nuestros hijos el hábito del ahorro, vital para solventar situaciones de emergencia, imprevistas para las nuevas generaciones.
Y, sin embargo, la experiencia nos hace ver cuán importante es aprender a administrar lo poco o mucho que tenemos, y hacerlo bien, requiere algo más que saber ejercer un presupuesto, implica desarrollar la habilidad para tomar las decisiones correctas en el momento oportuno y con una visión de futuro, que nos permita la consecución de proyectos que beneficien no solo a nuestra familia, sino a todo nuestro entorno.
Y aunque lo económico es lo que más evidencia una mala administración, lo cierto es que no es fácil adquirir los conocimientos indispensables para usar adecuadamente todos los recursos que tenemos a nuestro alcance, no solo financieros, sino personales o familiares, laborales o de negocios que nos aseguren la satisfacción de nuestras necesidades.
Si llevamos los conceptos de la administración a otras áreas, se evidencia la falta de organización, planeación y ejecución de un sinfín de tareas que complica la obtención de buenos resultados, que nos garanticen alcanzar los estándares de vida esperados.
No se repara en los beneficios que nos brinda una buena administración del tiempo. Se vive al día, sin el apoyo de una agenda que nos permita sacar ventaja de cada minuto, al discriminar lo urgente de lo secundario y trabajar para concretar nuestras metas, poniendo plazos y estableciendo un sistema para evaluar nuestro progreso. Salta a la vista el mal hábito de la impuntualidad, reflejo del desorden en los horarios y la falta de sincronización con las tareas. No tenemos visión de futuro.
Tampoco hemos aprendido a administrar riesgos. Hemos dejado de lado el ahorro, sin tener en mente lo porvenir, como si tuviéramos la seguridad de que todo seguiría en óptimas condiciones, manteniendo por siempre, el pleno uso de nuestras facultades físicas e intelectuales y, sobre todo, el mismo nivel de ingreso. No fue así, lo podemos ver en la situación de pobreza que viven la mayoría de los pensionados y jubilados.
Ahora los jóvenes que inician su etapa productiva, tendrán que asumir la responsabilidad de empezar a prepararse para cuando lleguen a la edad adulta, de ahí la urgente necesidad de incluir en la educación formal elementos de administración financiera. Entre más pronto mejor.
Las nuevas generaciones requieren estar preparadas para enfrentar los cambios en las reglas laborales y tomar conciencia de que está en sus manos generar los recursos suficientes para su retiro, de tal manera que aseguren una vida digna hasta el final de sus días.
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