Columnas

MIRADA DE MUJER

Luz del Carmen Parra

Entusiasmo por la vacuna

Observando a mi alrededor, no dejo de pensar en lo maravillosa que es la naturaleza; veo los severos daños de las heladas en los árboles que rodean mi casa, la mayoría luce desolados, sin hojas, con abundantes ramas secas, pero siguen de pie, a la espera de la llegada de la primavera. Pronto empezarán a renacer y se llenarán de esos pequeños brotes verdes, anunciando que la vida continúa.
Pareciera que estamos frente a un espejo. La sociedad, cansada y triste, después de más de un año de incertidumbre, de encierro y pérdida de su libertad, empieza a sentir el entusiasmo de la posibilidad de volver a la normalidad, de recuperar los espacios y los amigos, de retomar la rutina del entrar y salir de casa, sin sentir la amenaza por todos lados.
Ya se siente el calor del sol y las mañanas nos incitan a seguir, a mantenernos firmes y a recuperar la confianza en los demás y en nosotros mismos. A reconocer nuestros esfuerzos por vencer los desafíos de lo cotidiano. La invitación al reencuentro se hace más posible y valoramos nuestra obsesión de mantenernos cuerdos, sin renunciar a trascender a esta prueba mayúscula que se atravesó en nuestros planes y proyectos de vida, obligándonos a reducir la marcha, retando nuestra creatividad y la capacidad de resistencia.
Cientos, miles, millones de personas, hemos acudido al llamado de las autoridades sanitarias para recibir la vacuna contra el Covid-19; quizás a muchos nos asaltaron dudas y hasta temor, pero celebro que hayamos tenido el suficiente valor para enfrentarlos y dejar que las enfermeras hicieran su trabajo. Lo cierto es que, casi en la totalidad de las personas con las que conviví en esos momentos de espera, había un ánimo de fiesta, no importaba el sol o el cansancio, la promesa de vida que representaba el piquetito, valía la pena. Renace la esperanza. Mi agradecimiento a quienes lo hicieron posible, y mi respeto para quienes aún no toman la decisión.
¿Cómo nos encuentra el nuevo amanecer? ¿estamos preparados para asumir la responsabilidad de la inevitable transformación que se dará en la vida social, como consecuencia de lo vivido? ¿hasta dónde lo aprendido nos ayudará a adaptarnos a lo que muchos llaman “la nueva normalidad”? ¿Será posible recuperar la libertad como estábamos acostumbrados a vivirla? Esa es la gran pregunta que nos hacemos.
La respuesta es personal. Mucho de todo lo que estará en nuestro presente, será determinado por el entusiasmo con el vayamos construyendo el día a día de nuestro futuro, sin depender de nadie más, sin esperar que otro venga a instruirnos como hacer las cosas o a resolvernos los contratiempos cotidianos.
Volveremos a viajar y tendremos tiempo para conocer nuevas realidades; podremos restablecer los vínculos emocionales que tanto nos ha costado dejar de lado; seremos afortunados de disfrutar de todo lo que nos rodea y de reencontrarnos.
De nuevo se abrirán los centros comerciales y tendremos la oportunidad de correr a satisfacer nuestras necesidades emocionales con un vestido, un perfume o asistiendo a una sala de cine; los restaurantes nos ofertarán la posibilidad de deleitarnos con sus exquisitos sabores que por tantos meses hemos echado de menos y volveremos a disfrutar de los amaneceres en nuestras caminatas al aire libre.
Y, sin embargo, creo que lo mejor será bajar del arca, despacio, con cuidado, intentando descubrir los nuevos horizontes, sin prisa, observando atentos la nueva realidad que se nos ofrece, sin salir corriendo desbocados, y agradeciendo ser bendecidos con el privilegio de la vida. Continuar con las recomendaciones de seguridad, será una decisión muy personal, reitero, que habremos de analizar en nuestra conciencia. Llevará tiempo valorar las consecuencias de lo que hemos dejado atrás.
La capacidad de adaptarnos a lo que tenemos, será un factor definitivo para darle un poco de tranquilidad al resto de la vida. Habremos de aprender a sobrellevar las ausencias y los sobrevivientes cargarán con sus dolencias, que quizás, se harán crónicas. Quienes fuimos afortunados y ahora hemos recibido la vacuna, seguramente podremos hacer todo lo acostumbrado, siempre y cuando estemos dispuestos a transformar las formas de convivencia en nuestras relaciones humanas.
Poco a poco iremos identificando qué podemos recuperar de lo perdido, pero como bien dicen los cronistas del rey de los deportes, “esto no se acaba, hasta que acaba”, y apenas estamos al inicio del fin. Y hay quienes afirman que el Covid-19 llegó para quedarse. Tendremos que aprender a convivir con él. Sabemos ahora el daño que causa. Celebremos sí, pero no echemos las campanas al vuelo, porque aún tenemos mucho que perder.
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