EN TÉRMINOS COLOQUIALES
Américo Villarreal Guerra y la defensa del patrimonio histórico
Por Alan Morales
Por increíble que parezca, la diputada Blanca Anzaldúa, a quien ni le corresponde el centro histórico en su distrito, ha mostrado más interés por la destrucción del patrimonio cultural en Victoria que los propios legisladores electos en esta zona.
Tal parece que el compromiso no siempre depende del territorio, sino de las ganas.
En una entrevista que sacudió conciencias, Anzaldúa denunció el abandono y daño a edificios históricos, proponiendo sanciones más severas y, sobre todo, su cumplimiento.
Y no es para menos: algunos inmuebles en la capital tamaulipeca han sido grafiteados, vandalizados y hasta demolidos sin que nadie levante la voz.
Ahí están los ejemplos que señaló: la calle 10, la calle Juárez y los alrededores del Cero Morelos, sitios que deberían ser orgullo y memoria, pero que se han convertido en símbolos del descuido.
Lo irónico es que este problema no ha sido visto —o no ha querido ser visto— por los diputados locales cuya responsabilidad territorial sí cubre la capital. ¿Dónde están? ¿Qué están haciendo mientras el patrimonio cultural se derrumba literalmente frente a nuestros ojos?
Anzaldúa, sin tener vela en el entierro, ha tomado la causa, evidenciando a los “legisladores de casa” que ni siquiera se preocupan por la ruina de su propio distrito.
La diputada también recordó que no siempre fue así. Durante la administración del Ingeniero Américo Villarreal Guerra, hubo un esfuerzo coordinado para catalogar y proteger los edificios históricos, con la colaboración del Instituto Nacional de Bellas Artes y Arqueología.
Pero como en muchos otros casos, el papel terminó acumulando polvo en bibliotecas mientras los edificios se siguen cayendo.
El problema, como bien señaló, no solo es de falta de cultura cívica, sino de acciones contundentes. Aquí, las sanciones son de risa y, si acaso se aplican, lo primero que hacemos es buscar a “alguien” que nos ayude a quitarlas.
En otros países, incluso Estados violar el patrimonio histórico significa multas millonarias y consecuencias reales. Aquí, no.
Blanca Anzaldúa ha hecho un llamado a la conciencia y a la colaboración entre autoridades, maestros y padres de familia.
Pero su mensaje también lleva un reclamo implícito: el abandono del centro histórico es una responsabilidad compartida.
Ya es hora de que el patrimonio cultural de Victoria importe a los que sí les corresponde.